lunes, 2 de febrero de 2009

Periódico Digital
Yvonn Márquez
lunes, 02 de febrero de 2009

La noche, ceñida por una tira de creciente luz lunar, se llenó de ojos que observaron maravillados los secretos estelares. Con poesía, danza, relatos y performance interpretados por jóvenes y profesores del Centro Cultural La Libertad, de Apizaco, los casi cinco mil asistentes a la zona arqueológica de Xochitecatl, Tlaxcala, disfrutaron de un espectáculo de ciencia y poesía que dio inicio a los festejos del Año Internacional de Astronomía.

Con un escenario en penumbra, pero que reflejó con claridad la magnificencia de la cultura prehispánica que se asentó y desarrolló en el sitio, unas cinco mil personas abarrotaron el lugar e hicieron largas filas para poder contemplar a través de la decena de telescopios que se instalaron, tan sólo por unos instantes, los cuerpos celestes que habitan la noche. Todo, desarrollado en un ambiente armónico y con ánimo de aprender y descubrir por parte de los asistentes.

La gente se mostró maravillada por ver la textura de la Luna o lo brillantes que son las estrellas a través de un telescopio, bisnieto de aquel rústico objeto que Galileo Galilei utilizó allá por 1609 y que le sirvió para observar las fases de Venus y para comprender que el Sol no es cortejante de la Tierra, creencia que la inmensa mayoría de la gente de ese entonces tenía del astro dorado, sino más bien que los planetas ejecutan eternamente una hermosa danza alrededor de él.

Por un instante, en medio de la oscuridad reveladora, personas de todas las edades se dejaron envolver por las historias de tiempos ancestrales, y vieron realmente por medio de la imaginación, escenas de tiempos ya ocultos, de luz y oscuridad.

A pesar del frío, del embotellamiento que se hizo al pie de Xochitécatl, de las largas filas para pasar menos de un minuto a contemplar el cielo nocturno (pues eso sí, la capacidad se los telescopios se vio por mucho rebasada) y de las amenazantes nubes que cubrieron el cielo durante unos minutos, la gente no se desanimó, y disfrutó del espectáculo celeste.

La sombra vigilante de la pirámide de las flores coronó la noche, y contemplaba desde su eternidad a esos pequeños ojos que hurgaban entre las estrellas.

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