martes, 3 de febrero de 2009

31 de enero, movilización nacional

Que un hecho público tamaño nacional como La Noche de las Estrellas no haya sido el primer plano mediático no deja de ser un hecho trascendente digno de primera plana. Lo sucedido en 23 estados de la República el sábado 31 de enero pasado es un ejemplo de que las cosas en este país se pueden hacer de otra manera.

Unidos no como resultado de un llamado hueco al vacío sin haber zanjado previamente agravios; sino una unidad ante objetivos comunes puntales y hacer rendir eficientemente los parcos recursos de cada entidad u organización participante; gobiernos de los estados, del DF y sus dependencias de servicios; gobiernos municipales, instituciones educativas públicas y privadas, empresas. Fue una convocatoria prácticamente a nivel nacional, con sustento en un acuerdo de naciones representadas en al Organización de Naciones Unidas (ONU). El año de una astronomía nada abstracta, sino una ciencia esencial en la evolución de la especie en esta naturaleza, en este planeta del cosmos conocido, una ciencia en los cimientos de cualquier civilización.

Llevar a cabo evento de tal magnitud y haber podido convocar a los ciudadanos a tomar las calles con el noble propósito de mirar las estrellas como lo hicieron nuestros antepasados y lo hacen los astrofísicos y astrónomos amateurs (amantes); requirió de operación política, relaciones internacionales, seguridad pública, participación interinstitucional, gubernamental y privada, con orígenes en la diversidad ideológica; colaboración impulsada por la voluntad y convicción de hombres mujeres de todas las edades, formaciones, escolaridades. La Noche de las Estrellas fue una movilización ciudadana en su ejercicio de participación en asuntos públicos, en un proyecto educativo, cultural, artístico, histórico y festivo.

En el caso de la capital de la República, la Plaza de la Constitución, el emblemático Zócalo comenzó a llenarse de ciudadanos desde la temprana hora de la tarde, emblemático para la astronomía mexicana pues en el Palacio Nacional estuvo el primer observatorio astronómico.

El tema de “el cielo de nuestros antepasados” porque aún antes de los dogmas aristotélicos de la Iglesia ya sabían que el universo no es inamovible, que contrariamente, el conocimiento de esos aparentes movimientos celestes de relojería les permitió desarrollar civilizaciones como en Teotihuacan, Xochicalco, Monte Albán, Chichénitzá, Palenque, Uxmal y hoy tener una ciencia astronómica competitiva a escala internacional, pero sobre todo, muy generosa y hábil en su capacidad de convocatoria.

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