lunes, 2 de febrero de 2009

■ La respuesta de la gente superó expectativas en 19 ciudades

■ Desde zonas arqueológicas y plazas públicas miles observaron el cielo


La Jornada

Cielo nocturno en Atemajac de Brizuela, Jalisco, donde también se celebró la Noche de las estrellas Cielo nocturno en Atemajac de Brizuela, Jalisco, donde también se celebró la Noche de las estrellas Foto: Arturo Campos Cedillo

Miles de personas abarrotaron zonas arqueológicas y sitios ceremoniales prehistóricos y prehispánicos, además de plazas públicas, en al menos 19 ciudades del país, para contemplar los astros y planetas vecinos o escrutar más allá de la Vía Láctea durante La noche de las estrellas.

Universidades, agrupaciones astronómicas y aficionados aportaron telescopios e instrumental de observación estelar, mientras multitudes llenaban las explanadas y espacios dispuestos para la ocasión, aderezada con danzas, narraciones, proyecciones, conferencias y gastronomía.

Saltimbanquis, cuentacuentos y personajes de mitos y leyendas hacían contacto simultáneo con todos los mundos y daban a la concurrencia un momento festivo, pletórico de luces fluorescentes y velas encendidas.

El cielo recontó su historia ligada a nuestra cultura, pero no todos fueron convidados, pues la actividad científica organizada por instituciones nacionales e internacionales, en la mayoría de los casos, quedó rebasada y excluyó a miles de personas.

Los organizadores instaron a rescatar la ciudadanía universal y pidieron al público replantear su lugar en el cosmos por el camino abierto hace 400 años, cuando un personaje casi ciego usó un catalejo rústico para apuntar al cielo y ver que la Luna no era perfectamente esférica y que había objetos alrededor de Júpiter: Galileo Galilei, quien hizo de la astronomía una ciencia moderna.

Negro mensaje

En Teotihuacán –como efecto ajeno a la conmemoración– el gobierno del estado de México aprovechó la presencia de miles de visitantes para que sus brigadas repartieran cientos de carteles negros con la leyenda “Sí a Resplandor teotihuacano” en letras verdes.

Centenares de combis y camiones de diversas rutas promovían también el proyecto multimedia oficial con la frase: “Transportistas decimos sí a luz y sonido”.

Mientras, las pirámides de las zonas arqueológicas de Tenayuca y Santa Cecilia, en Tlalnepantla, y El Conde, en Naucalpan, se excluyeron de la fiesta astronómica y cerraron a las cinco de la tarde, como de costumbre.

Sin embargo, algunas familias salieron a las calles o subieron a las azoteas en las inmediaciones de la pirámide de Tenayuca, para observar lo que creían un fenómeno astral, aunque el cielo nuboso no les fue propicio.

Cosmogonía zapoteca

Distinta suerte hubo en el centro ceremonial de la zona arqueológica de Monte Albán, Oaxaca, donde cientos de familias, además de aficionados y profesionales de la astronomía nacionales y extranjeros, acudieron a la explanada en la noche clara y apacible que les permitió ver el infinito con su luz propia.

Este centro zapoteca, concebido sobre bases científicas, tenía sacerdotes-astrónomos que usaron sus conocimientos para la arquitectura y la construcción de grandes ciudades, explicó Nelly Robles García, responsable del emplazamiento, donde los mitos cosmogónicos de la era prehispánica evocaban a los dioses primigenios.

En Puebla, más de 8 mil personas abarrotaron el Patio de los Altares, de la explanada del Hospital Siquiátrico de Nuestra Señora de Guadalupe, en torno a la pirámide de Cholula, para observar, a simple vista y con telescopios, el rojizo planeta Venus, las manchas, volcanes y cráteres de la Luna, la gran estrella roja de Orión, la constelación de las Pléyades o la estrella Rigel.

Junto al estreno latinoamericano de la pieza Los Planetas, opus 32 de Gustav Holst, a cargo de los pianistas Francisco Rocafuerte y Ab El Hadi Sabag, con la intervención de la Orquesta de la Universidad de las Américas (UDLA), los privilegiados que ingresaron a la zona tras una espera de horas tuvieron una noche mágica y afortunada, con cielo transparente pese al augurio adverso.

En Boca de Potrerillos, Nuevo León –emplazamiento prehistórico donde se rendía culto al Sol y el saber astronómico determinaban el calendario–, miles de visitantes llegaron a escrutar el universo.

Antes, el arqueólogo Moisés Valadez Moreno, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), les habló de los dibujos rupestres que hay entre los cerros el Antrisco y La Zorra, en los cuales predominan lluvia, chamanes y animales.

Otros miles de personas se reunieron a las faldas del cerro La Quemada, ante las ruinas arqueológicas y el museo de sitio de Chicomostoc, a unos 20 kilómetros de la capital zacatecana, en un acto que rebasó todas las expectativas.

Además, en el predio La Loma, del municipio de Atemajac de Brizuela –en la sierra de Tapalpa, Jalisco–, miles pasaron la noche ante una constelada bóveda celeste sin extrañar la zona arqueológica de Guachimontones, que negó el permiso para la celebración por estar en rehabilitación.

En el sitio arqueológico de Xochicalco, Morelos, mismo lugar donde se reunieron astrónomos y sabios del mundo hace 10 siglos para ajustar el calendario, la multitud convirtió la zona en fiesta y picnic. Las plazas, calles, gradas y partes superiores de las pirámides lucieron llenas y los ánimos se relajaron hasta el baile.

Ritos yaquis y seris

La Pintada, al sur de Hermosillo, Sonora, recibió cientos de visitantes con ritos ancestrales yaquis, pimas y seris en la explanada de acceso a los cañones, donde hay decenas de pinturas de antes y después de la llegada de los conquistadores españoles a esta región, en el siglo XVII.

La pirámide del Cerrito, en El Pueblito de Corregidora, Querétaro, tuvo una multitudinaria respuesta, y en Plazuelas, Guanajuato, los ávidos concurrentes admiraron el firmamento desde la zona arqueológica que resplandeció entre los años 600 y 900 después de Cristo.

Comunión con el firmamento

En las ruinas de Tzintzuntzan, Michoacán –antigua capital del reino purépecha– se esperaban mil visitantes y llegaron más de 10 mil a las yácatas o pirámides construidas con laja.

La zona arqueológica de Dzibilchaltún sirvió de escenario en Yucatán para que más de 2 mil personas bailaran y degustaran platillos tradicionales como parte de su comunión con el firmamento. Y en Xochitécatl, Tlaxcala, también fueron miles los que a simple vista escudriñaron las infinita materia sideral.

En la explanada del Centro Estatal de la Artes de Ensenada, Baja California; la Plaza de la Patria, de Aguascalientes; la Plaza Cívica Primer Congreso de Anáhuac, de Chilpancingo, Guerrero; la plaza central de Chiapa de Corzo, Chiapas, y el Planetario Tabasco 2000, de Villahermosa, también hubo multitudes o pequeños grupos a pesar del frío.

Javier Salinas, Silvia Chávez, Octavio Vélez, David Carrizales, Alfredo Valadez, Juan Carlos Partida, Rubicela Morelos, Ulises Gutiérrez, Mariana Chávez, Carlos García, Ernesto Martínez, Luis A. Boffil, Claudio Bañuelos, Olga Alicia Aragón, Sergio Ocampo, René Alberto López y Elio Henríquez, corresponsales; Yadira Llaven y Víctor Hugo Varela Loyola, de La Jornada de Oriente

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